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  • Daniela Isabel Ortiz

Los arcanos no descansan los feriados, mucho menos si es Carnaval. Fui a caminar y me lo encontré al as de copas, todo maltrecho como yo ahora.

Fue curioso. Había salido de casa para pesarme en la farmacia pero estaba cerrada, y la que estaba abierta, no tenía balanza. Me dió calor y me fastidié por ser tan despistada y olvidar que era domingo. Pero ahí estaba, la pequeña copa mirándome y compartiendo, derramando, su calma, como el as del tarot Rider.

Me acordé del poema de Rumi. Me pregunto quién tira las flechas, quién baraja y redistribuye los naipes, quién puede asegurar que desea lo que desea.




  • Daniela Isabel Ortiz

Ha llovido mucho. Salí a comprar y vi que los niños de mi barrio jugaban a perseguir algo que habían tirado a la cuneta, una cuneta que casi nunca tiene agua en una provincia con un clima tan seco. La idea es, lo sé, arrojar un objeto y esperar, con alegría, a que aparezca después de un puente o en la esquina siguiente, para que la regularidad del mundo se confirme y para que, como niños, crezcamos lo más sanos posible.


Mientras esperaba que la vendedora corte trescientos gramos de queso, volví a mi niñez. A mis siete u ocho años yo jugaba con Maxi y Diego, los nietos de don Molina, quien tenía una carpintería a dos casas de la mía. Él nos regalaba las maderitas que sobraban en su taller, las que en nuestras manos se convertían en potentes naves que surcaban los ríos en miniatura del viejo barrio Capitán Lazo. Casi treinta y cinco años atrás, el calentamiento global no era lo que hoy, llovía mucho más, y Maxi, Diego y yo no sabíamos aún que la adultez es justamente atenerse, como náufragos, a un mundo nada regular, a un mundo absurdo, si es que esa palabra puede encerrar que hijxs jóvenes mueran antes que los xadres o que, trabajando toda la vida, haya ancianxs que no tengan para comer.


Anoche, justamente, yo había sentido, como un palazo en el estómago, esa falta de regularidad. Sentí, como tantas otras veces, que no importa cuánto desee algo, la vida, mi inconsciente o sabe Dios qué otras fuerzas incognoscibles, hacen que suceda lo opuesto a mi deseo. Hoy estuve unas horas perdida mirando el techo sin poder llorar siquiera. Pero finalmente hacia la tarde salí de casa, me distraje con amigues, nos agarró la tormenta, ví y sentí en mi cuerpo sorprendido la intensa lluvia, la fuerza de una naturaleza que no me deja entender pero sí sentir cuál es su lógica, una lógica húmeda de la que no puedo predicar más, porque sé que los barquitos aparecen después de un puente y no mucho más que eso.


Luego vi a aquellos niños, me senté a escribir y aquí estoy, sintiendo mucho y entendiendo nada, como la lluvia quería.


(Saqué dos fotos. Iba a descartar la movida pero miré atenta y vi el fantasma de un niño de mi barrio que tal vez tuvo una mamá obsesiva que no lo dejaba jugar en la vereda ni ensuciarse, y que me pide que escriba otro texto donde él se cae a la cuneta y se enchastra contra toda regularidad).




  • Daniela Isabel Ortiz

Ayer, en el acto por el Paro General, a eso de la 1 quise irme porque me sentía agotada y con calor. Estaba encarando hacia la parada de colectivo cuando escuché la marcha peronista en los parlantes del escenario y supe que aún no debía irme. Canté y se me quebró la voz.


En casa, mi mamá era radical y mi papá, peronista. Por lo tanto, no se hablaba casi de política, como no se hablaba de religión o del fútbol, ya que ella era espiritista y de River, y él era testigo de Jehová y de Boca. Yo, que crecía entre ese antagonismo, resolví abrazar todo como podía: era pequeñita y los vecinos me pedían que cantara, yo entonaba la marcha radical y enganchaba ahí nomás con la marcha peronista, dejando contentxs a todxs, una cualidad tan negativa como positiva que tengo.


Con razón se me quebró la voz. La patria es (también) la infancia, como decía Saer.


Hoy charlé unos minutos con la @eugenia.morte y comentamos sobre la jornada del paro. Con su sabiduría, que la hace pasar de hablar de política a astrología con una maravillosa flexibilidad, me dijo que había que dejar de romantizar, que el peronismo ya fue, con una necesaria actitud revisionista y capricorniana. Si, es así. Pero también es cierto que a la derecha y su modelo económico de flexibilidad laboral se las ve en figuritas para avanzar en un país con una raigambre peronista, con esa tradición de respeto y leyes para lxs trabajadorxs, con ese color peroncho que no tienen otros países latinoamericanos.


Crecí en una familia que se pretendía apolítica y en una década, los noventa, en la que la militancia no era promovida, todo lo contrario, porque así es mejor para ciertos poderes. Y entre las elecciones de mis padres, muchos años me dije que yo era radical y de River, sólo para oponerme al mandato paterno. Pero cuando vi a Nestor bajando el cuadro de Videla dejé de votar a la izquierda, había encontrado algo, y hace poco, cuando vi la hazaña de Riquelme, quise ser de Boca aunque sea unos días.


La identidad se construye día a día, sobre la base, en parte, de aquello que nos tocó en la infancia. Y soy de Piscis y soñadora, así que creo que todxs unidos triunfaremos contra el facho de turno.




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